8 - 14 Mayo / 2023
En la newsletter de esta semana: escuchar conversaciones de la mesa de al lado, Elliott Smith en programas matinales, un viaje al Tíbet y mucho más...
EXTRA:
Recuerdo el momento en el que me enteré de que Elliott Smith se había suicidado. Yo debía tener unos 19 años. Me lo dijo un amigo en la plaza del pueblo. Lloré. Esta semana he descubierto un vídeo en el que aparece en un extraño programa televisivo matinal en 1995. Una vez que empieza a tocar Clementine se acaban las tonterías:
Es fascinante la historia Nigel Richards: un neozelandés que memorizó todas las palabras francesas del diccionario y ganó el Campeonato de Francia de Scrabble sin hablar francés. Los seres humanos siempre me sorprenderán más que la Inteligencia Artificial más avanzada.
Me encanta la versión que hizo James Weiner de La gran ola de Kanagawa de Hokusai. Dice que utilizó un antiguo Mac con System 7 y un programa (Aldus SuperPaint 3.0) que utilizaba en el Mac de sus padres cuando era niño. Píxel a píxel, ha ido recreando este render precioso:
«Dos cosas hay que recordar en la vida: cuida tus pensamientos cuando estés solo, y cuida tus palabras cuando no lo estés» - Desconocido.
Hoy un extra diferente
Entre las curiosidades, canciones, vídeos e historias que me estimulan, ya sabes que suelo contar aquí algunas experiencias personales. Dudé varias veces en si contar o no lo que viene a continuación, pero aquí va:
Esta semana he ido a tomar varios tés a mi cafetería favorita en Santiago. En ambas ocasiones estaba libre una mesa que me encanta. Es redonda, de piedra, pequeña, debajo de una parra en la que esperan pacientemente esos pajaritos que se atiborran a base de las patatillas que la gente no se come. Uno de los días que fui a la cafetería fui tras dar un paseo largo en bicicleta. Otro después de haber llevado la guitarra al río y tras haber pasado en un rincón solitario tocando con el murmullo del Sarela de metrónomo. Ir a tomar algo a solas hace que, inevitablemente, te fijes más en las conversaciones que hay en la mesa de al lado. El primer día había una cita de Tinder de dos personas que debían tener unos 55 años. El chico no paraba de hablar, no le dejaba hablar a ella. Le contaba que trabajaba como encargado en un centro comercial, que odiaba su trabajo, «a mi como si arde. A veces pienso en ir con un bidón de gasolina y prenderle fuego». Yo intentaba concentrarme en lo que estaba escribiendo en la libreta, ideas que suelen acabar materializándose por aquí. Era difícil. Llegado un momento él le preguntó «qué música escuchas"». Ella, tímidamente, dijo que le gustaba la música clásica, la música brasileña y la música étnica. No pude evitar sonreír. Él la cortó para decirle «yo te recomiendo que escuches a Quique González, es un cantautor pero de los que hace sus propias canciones. Le fui a ver el otro día. Tienes que escucharlo. También me gusta Calamaro, pero el del principio…que ahora ya sabes como está». Ella le dijo que no sabía cómo estaba Calamaro y yo aproveché ese momento para levantarme e irme. La segunda vez que fui a la cafetería fue muchísimo peor. Había un grupo de chicos de entre 44 y 55 años. Serían unos siete. Todos muy bien vestidos de manera informal. La mayoría pelazo. Eran abogados y de Sevilla. A las cinco de la tarde alternaban los brindis de Gin Tonics con historias sobre la abogacía, sobre cómo era diferente la justicia en Inglaterra versus en España. Llegado un momento se pusieron a hablar de comida. Reconozco que me rompe un poco el alma cuando parece que la gente viene principalmente a Galicia a disfrutar de la comida «de lo bien y barato que se come», olvidando las piedras, los ríos, el aire, el silencio y la magia que sigo encontrando en un pedazo de tierra que me sigue emocionando. Uno de ellos dijo que «en Vigo se come mejor, Santiago es como más histórica, pero Vigo es mejor para comer». Había llevado un libro en inglés, muy optimista de mí, y con esto al lado me era imposible concentrarme. Uno que estaba al lado le interrumpió diciéndole «en Vigo son más guarronas, ¿no?». Pensé que no había escuchado eso, odio cuando se cumplen los estereotipos. Lo odio. El que hablaba de las bondades culinarias de Vigo contestó «desgraciadamente, no lo sé…. pero vaya, pinta del Opus no tenían». El que no había ido a Vigo volvió a insistir que, según lo que le habían dicho, «en Vigo eran más guarronas». No quise mirarles, no quise ponerles la cara de asco o decir en voz alta lo que he dicho en situaciones similares. Los que son mis amigos conocen este pronto. Permanecí callado, fingiendo que leía este libro en inglés que había cargado inútilmente. Otro de los chicos blancos, guapos, maduritos y bien vestidos tomó la palabra para enumerar el menú cerrado que tenían reservado para esta noche. Me pareció que se iban a comer un ecosistema entero. Gente que viaja con un apetito insaciable. Cuando llegó al postre, uno de ellos le interrumpió para decirle «nos lo pondrán encima de una japonesa desnuda, ¿no?». Llegados a este punto, me sorprendió que se la pelase tanto hablar de estas cosas en voz alta. Fue entonces cuando el que estaba más cerca de mí se puso a narrar una experiencia comiendo sobre una japonesa desnuda. Dijo que fue en la época de bonanza del ladrillo, cuando la empresa para la que trabajaba pagaba por excentricidades así. «Pero es un bajón tío…estaba como muerta». A ese comentario horroroso, uno de sus compadres respondió, «¿pero le metiste los palillos por el chocho?». Me entraron muchísimas ganas de llorar. Muchas. Miraba el libro y me repetía mentalmente que no quería llorar. Tampoco quería hacer esa escenita que había reprimido hasta este punto. Con mi jersey violeta, antiguo, en el que aparece Micky Mouse en Fantasía, seguro que les habría hasta hecho ilusión que un «payaso, maricón»-o vete a saber qué etiqueta- les hubiese increpado. Me pareció mucho más importante conectar con mis emociones. En esta época eso es muy importante para mí.Ver que aquello me ponía profundamente triste. Que esos hombres «de bien», bien vestidos, abogados, bien formados, son los que si vas por la calle tu instinto ha sido adoctrinado para que te diga «son buena gente». Me levanté sin verles, salí y llamé a mi amigo Lorenzo para desahogarme. Supongo que aquí lo estoy volviendo a hacer. Me siento un poco culpable, supongo. Algo dentro de mí quería haberles dicho muchas cosas. Algo dentro de mí sabe que eso les habría puesto hasta cachondos. Perdón si el desayuno sabe un poco más amargo.
P.D.: El próximo sábado (20 de mayo) estaré tocando en Madrid. Será un concierto íntimo en el patio de La Martinuca (para The Attic). Las entradas ya están a la venta, por si te pilla cerca y te viene guay.
Uffffff. Solo se me ocurre decir que siento que tuvieras que oír toda esa mierda. Te mando un abrazote desde Madrid.
Lo acabo de leer, que bajón! 😔que asco de gente de verdad …